Ya no soy náufrago de tus mares, ni tus pechos son las dunas que muestran el camino hacia tus adentros. Ya no eres mi único alimento. Ni mi sustento. Lo único que eres, es aliento.
Ya no soy tus buenos días, ni tus caricias ni cocinera de húmedas delicias.
Ya no hay perdición, ni equilibrio en mis palabras, ni lágrimas, ni traición.